miércoles, 7 de marzo de 2018

En la oscuridad de la noche


A lo lejos, el sonido de las sirenas comenzaba a romper el silencio de la noche.
Embutido tras los altos cuellos de su abrigo de paño negro, el hombre se llevó el cigarro a los labios y dio una profunda calada.
Llevaban varios meses preparando el operativo que lo haría salir a la luz.
El secuestrador hacía ya tres años que operaba con toda impunidad por las calles de la ciudad. Hasta la fecha habían desaparecido cinco muchachas jóvenes y bellas. Las retenía durante una semana hasta que se deshacía del cadáver.
El brillo de los rotativos se intuía. Apagó el cigarro con las yemas de sus dedos y guardó la colilla en el bolsillo. No quería dejar pruebas en el escenario del crimen.
Echó a andar hasta un bulto que estaba tirado en el suelo. Se arrodilló ante él y descubrió el rostro de una joven que le miraba con ojos suplicantes. Como las otras, estaba amordazada, con los pies y manos atados.
Paseó su mirada por el cuerpo de la chica a la vez que negaba con la cabeza. Con su gesto dejó entrever que no tenía otra opción. Sacó una navaja de uno de sus bolsillos y se la hundió en el corazón. Limpió el arma y se alejó del lugar.
Al llegar a la zona, los policías la acordonaron y el equipo de la ambulancia se acercó al cuerpo inerte.
Uno de los agentes lo vio acercarse, llevaba su abrigo de paño negro con los cuellos en alto. Se acercó hasta él y levantó la cinta del cordón policial para dejarlo entrar.
─Demasiado tarde, inspector. Nos ha vuelto a ganar por la mano.