miércoles, 13 de septiembre de 2023

RESISTIR

La goma aprieta la carne de mi brazo y noto la aguja penetrando en mi piel. Es una violación. Otra más. Pero esta la agradezco.

No sé el tiempo que llevo aquí. Podrían ser semanas o tal vez meses. Ya da igual.

Mi cuerpo ha dejado de pertenecerme.

Ahora, soy de otros.

De unos que sacan beneficio de él.

Ya no soy capaz de diferenciar entre el día y la noche. Solo espero con anhelo el momento del pinchazo. El instante en que el dolor desaparece. Ese tiempo, cada vez más corto, en el que vuelo lejos de esta prisión.

No puedo recordar cómo acabé aquí. Una bruma permanente embota mis sentidos.

Mis manos están atadas, o eso creo, al cabecero de un catre. No puedo llamarlo cama. Ni siquiera es eso. Los muelles se hincan en mi espalda con cada embestida.

Los hombres se van sucediendo.

Al principio los temía, ahora solo puedo dejarlos hacer. No tengo fuerzas para rebelarme.

De vez en cuando aparece una mujer. Me lava con una esponja. Cura mis heridas y en algún idioma que no comprendo, pienso que, me da ánimos para resistir un día más.

No sé el tiempo que aguantaré.

Mi cuerpo magullado ya no les excita como antes. Así que las caricias de las primeras veces se han transformado en puños que me golpean una y otra vez para alcanzar el orgasmo.

La droga comienza a hacer su efecto. Recorre mis venas. Como un soplo de vida que hace más llevadera la espera final.

Antes de perderme en ese mundo en el que soy libre, la cortina se abre y entra un hombre. Otro más.

En silencio, rezo a un dios en el que no creo para que hoy aseste el golpe de gracia que no me permita despertar.